Sea cual sea la disciplina, la ciudad o la industria, todos hemos lidiado con algún cliente difícil. Son esos clientes tercos, que no conocen los límites, que envían correos los fines de semana, que creen estar dando indicaciones claras cuando, en realidad, no lo son. En otras palabras no están satisfechos con nada y que, a la larga, terminan escogiendo una versión muy parecida al producto que vieron la primera vez. También existe otra versión. Son aquellos extremadamente rigurosos. Este tipo de cliente es menos agotador. No es que no sabe lo que quiere, sino que lo que quiere no es fácil de conseguir.
El problema es que el cliente siempre tiene la razón. Así sea un cliente difícil y nos saque canas, siempre tendrá la razón. Además, él es quien toma la decisión final. Por eso, la solución nunca será hacer caso omiso a los comentarios de él –por más agotador que sea–. La solución es tomar el toro por los cuernos. Antes de que salga corriendo y nos atropelle. Para no volver a sufrir una cornada, les presentamos algunos consejos.